La fotografía ha muerto, ¡viva la postfotografía!
- Marta Pedrote
- 28 ene 2017
- 5 Min. de lectura

Joan Fontcuberta narra el concepto de ‘postfotografía’ en este vídeo de Giulio M. Piantadosi y Mario Viciosa
“Me parece una estupidez”. Así de tajante fue el fotógrafo Joan Fontcuberta cuando en los años 90 Telefónica le consultó si tendría algún futuro incorporar una cámara en los teléfonos móviles. La operadora estaba por entonces buscándole nuevas funciones a estos aparatos (que entonces sólo se utilizaban para llamar) cuando recurrieron a este prestigioso fotógrafo como experto en la materia.
“Me parecía una solemne estupidez a la que no auguraba ningún éxito”, explica Fontcuberta. “Ironicé incluso con que ese supuesto artilugio parecería sacado de la serie cómica de televisión Superagente 86. Y de la misma forma que no me parecía buena idea que el teléfono sirviese como máquina de afeitar o como depiladora de orejas, tampoco veía útil que pudiera tomar fotos”.
Han pasado más de 20 años de aquello y ahora Joan Fontcuberta, que acaba de publicar La Furia de las Imágenes (Galaxia Gutenberg, 2016), reflexiona en una entrevista con El Independiente sobre cómo ha cambiado la imagen en estos años de vorágine tecnológica. Su conclusión es rotunda: la fotografía, tal y como la conocíamos, ha muerto.
¿Cómo puede desaparecer justo cuando más imágenes se toman? Nunca antes se han hecho y compartido tantas fotos. Sólo en Snapchat se suben cada día más de 1.000 millones de imágenes y más de 10.000 millones de vídeos. En Facebook, 300 millones (unas 136.000 cada minuto). En Instagram, 55 millones.
Son cifras “espeluznantes”, dice Fontcuberta. “Si dedicásemos un solo segundo a mirar estas imágenes, necesitaríamos 50 años para ver las que se suben en un sólo día. Hacemos constantemente fotografías que nadie ve. Ni nosotros mismos. Nos ahogamos en las imágenes”.
Y es en ese magma digital en el que paradójicamente la fotografía ha firmado su sentencia de muerte, según este artista que, además de haber expuesto su obra en el Pompidou y el Moma, enseña comunicación audiovisual en Harvard.
Nunca antes se han hecho tantas fotos: sólo a Snapchat se suben cada día 1.000 millones de imágenes
“La fotografía ha perdido sus valores fundamentales como anclaje histórico: la verdad, la memoria y el archivo”, explica. “¿Lo podemos entonces llamar fotografía? Desde una perspectiva sociológica y cultural es distinto, también tecnológicamente es otra cosa”. Ni es necesariamente verídico lo que refleja (para eso está el Photoshop), ni su función es el recuerdo y, además, ha pasado a ser efímera. Eso es lo que le lleva a Fontcuberta a afirmar que esto que hacemos ahora “no es fotografía, es otra cosa”. Él lo llama “postfotografía”.
Igual que a la imagen en movimiento inicialmente se le llamaba cine y luego se diferenció del vídeo, Fontcuberta sostiene que hay suficientes elementos para considerar que la fotografía digital ha pasado a ser algo totalmente diferente de aquello que inventó Daguerre en el siglo XIX y que nuestros abuelos reservaban para las grandes ocasiones.
“Usamos las fotos digitales no tanto para recordar como para comunicar algo, como un lenguaje más”, afirma Fontcuberta. “Cuando hacemos una del grupo con el que estamos comiendo y se la enviamos al familiar ausente, lo importante no es el contenido, sino que éste permite conectar con un grupo en la distancia. Es decir, no reemplaza la función de las fotos de antes, sino que sustituye una llamada telefónica, un mensaje o una carta para decirle a alguien que te acuerdas de él”.
Además de la técnica, ha cambiado la función. Ya no es fotografía, es otra cosa: “postfotografía”, según denomina Joan Fontcuberta
Antes las fotos buscaban permanecer. Ahora son la expresión efímera de un instante cualquiera, ya sea el café que nos acabamos de pedir o el vestido del escaparate que no sabemos si comprar y que sometemos a votación en algún grupo de WhatsApp.
La fotografía digital ya no se traduce, como aquéllas que revelábamos en el siglo XX al final de cada verano, en un instante memorable. Lo digital no sólo ha cambiado la técnica, ha transformado la función.
Siempre que Fontcuberta aparca el coche en el aeropuerto, hace una foto con el móvil para acordarse de la plaza. “Antes hubiera tomado nota del número de plaza, pero ahora para acordarme tomo una imagen. Suple las funciones que antes relegaba a las notas”, añade el fotógrafo. “Las hacemos para todo y cada vez con menos vocación de permanencia ni preocupación estética”.
Las fotos ya no sustituyen a la memoria, han pasado a ser un lenguaje cotidiano. Y como a las palabras, se las lleva el viento. “La mayoría de las imágenes que tomamos se desvanecen cuando llegan al receptor, igual que cuando uno dice que está tomando un café esa frase se olvida cuando cumple su misión”, explica.
Antes las fotos buscaban permanecer, ahora son la expresión efímera de un instante cualquiera
A medida que se multiplican descontroladamente las imágenes, va dejando de tener sentido almacenarlas ni siquiera digitalmente. Se comparten a fondo perdido. “No tiene sentido una memoria de imágenes inútiles que se acumula en forma de polución”, afirma Fontcuberta.
El mejor ejemplo del nuevo imperativo de lo efímero es el furor que causa Snapchat. Esta app, que nació exclusivamente dedicada a las selfis y tiene la particularidad de que lo que se envía desaparece a los pocos segundos, tiene ya 150 millones de usuarios activos (un 50% más que Twitter) y es la más exitosa entre el público milenial. Cinco años después de nacer, prepara su salida a bolsa con un valor aproximado de 25.000 millones de dólares (23.400 millones de euros, aproximadamente). La expectación en Wall Street confirma el triunfo del espíritu efímero.
Snapchat ha sido el primero en rentabilizarlo, pero los más grandes de la comunicación social están siguiendo sus pasos. Facebook (1.500 millones de usuarios) acaba de lanzar una réplica de Snapchat y prueba un sistema de fotos y vídeos que dura sólo 24 horas. Instagram también incorporó algo parecido este verano.
Facebook acaba de lanzar una réplica de Snapchat que demuestra el éxito de las imágenes efímeras
“La forma en que las personas comparten hoy es diferente a hace cinco años, o incluso a hace dos años. Es mucho más visual, con más fotos y vídeos que antes. Queremos hacer esto rápido y divertido para que las personas compartan fotos y vídeos creativos con quien quieran, cuando quieran”, reconoce Facebook.
La hiperinflación fotográfica va disminuyendo inevitablemente el valor de cada imagen al tiempo que los nuevos usos entierran los propósitos originales de la fotografía tal y como se concibió en el siglo XIX (y se perfeccionó en el XX). “No es mejor ni peor, simplemente es otra cosa tan diferente que no tiene sentido conocerlo con el mismo nombre”, comenta.
Además de los móviles, las imágenes digitales ya las toman hasta las gafas: Snapchat acaba de lanzar Spectacles con un gran éxito, de momento, en el mercado estadounidense. Con un diseño apto para los amantes de la moda (nada que ver con el estilo cyborg de las fallidas Google Glasses de hace unos años), estas gafas protegen del sol, hacen fotos y graban vídeos de 10 segundos.
Ya no hay ni que tomarse la molestia de sacar el móvil del bolsillo para compartir la foto de turno, porque las Spectacles (de 175 euros) están conectadas al smartphone para subir a las redes todo lo registrado inmediatamente.

El fotógrafo Joan Fontcuberta, en su estudio
“En el futuro, lo fotografiaremos todo pero no miraremos nada”, así resume Om Malik, un reputado experto en tecnología que vive en Palo Alto (California) el nuevo mundo de la imagen.
En 2017 habrá, según Statista, unos 2.600 millones de smartphones en el mundo. Sólo con que cada uno de ellos hiciera dos fotos diarias, una proyección bastante conservadora, habría más de 5.000 millones de nuevas fotos diarias.
“El grifo de las imágenes no ha hecho más que empezar a abrirse”, dice Fontcuberta. ¿Para qué captar un instante si puedes registrarlos todos? Y ahí es donde se acaba definitivamente la función de la fotografía.
Yorumlar